Corren tiempos donde la opinión pública mide el éxito de los clubes por sus títulos, sin reflexionar sobre sus propuestas, sus presupuestos y sus valores. En esta época, los más ricos son los que más trofeos ganan. Pero el Athletic es otra cosa. Hoy los entrenadores se comportan como ministros de asuntos exteriores, gracias a la confección de plantillas millonarias vía chequera, para ser publicitados cuando coleccionan títulos. Pero Marcelo Bielsa es otra cosa. Ambos, Athletic y Bielsa, siempre han significado otras cosas. A esas pequeñas cosas se han agarrado, durante años, aficionados que no se cansaron nunca de escuchar el cuento de un pulpo llamado Iríbar. A esos valores se encomendaron quienes lo pasaron mal cuando, tras apagarse la llama de Julen Guerrero, vieron con cómo el club se asomó al precipicio. A esa fe se abrazaron quienes no renegaron de las fotos, amarillentas por el paso del tiempo, de Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza.
Ante el Manchester United, en un partido trepidante, el Athletic les recompensó con otro partido épico y brillante. El fútbol estaba en deuda con ellos. Por jugadores, por carisma y por ideario, 'los leones' saciaron su hambre atrasada de gloria. Los 'leones' fueron poetas guerreros en las praderas de San Mamés. Para goce de su fantástica y paciente afición. Sin renunciar a sus viejas esencias, elprofesor Marcelo Bielsa ha obrado el milagro edificando un equipo que cumple una regla no escrita: tratar bien al balón es tratar bien al espectador. Los actores principales de la obra de Bielsa ante el globalizado Manchester United fueron auténticos gigantes: Iraizoz (firmeza y blocaje); Iraola (jugada 'maradoniana'), Javi Martínez (una póliza de seguros de vida), Amorebieta (el titán), Aurtenetxe (un puñal); Iturraspe (el metrónomo), Herrera (el artista), De Marcos (una furia); Susaeta (arabescos), Muniain (el jardín de infancia), Llorente (el Rey León) y Toquero (el fútbol del obrero). Unos pusieron la poesía, otros el martillo y al final, todos cobraron derechos de autor. Por fin, después de años de larga espera, la afición del Athletic pudo romper a aplaudir no sólo a mitos como a Ryan Giggs — eso es señorío- sino también a su equipo. Un conjunto dinámico, alegre, contagioso, capaz de presionar por todo el campo, de robar la pelota con fiereza y de administrarla con elegancia.
Hoy que todo son halagos y parabienes, conviene mirar el retrovisor del pasado, recordar la odisea particular del Athletic hasta alcanzar el Nirvana con Bielsa. Durante demasiados años, el equipo rojiblanco ha resistido, contra viento y marea, para erigirse en el último romántico incurable de nuestro fútbol. Ha resistido la riada agarrado a sus principios, su mejor patrimonio. Al Athletic se le atribuyó la etiqueta de institución obsoleta y de remar contra corriente contra la famosa Ley Bosman, llamada a lapidar su filosofía. Se censuró que el club no atendiera al signo de los tiempos, que no accediera al capitalismo salvaje, que no abrazara la cartera y se aferrase a la cantera. Se insistió en que, si no imitaba a Madrid y Barça, si no incorporaba extranjeros y no renunciaba a un once de la tierra, se condenaría a ser carne de Segunda. Pero a pesar de las dudas y del debate, interno y externo, mantuvo su identidad. Dejó de ganar títulos, pero no se traicionó. Se puso en solfa su modelo, se anunció que Lezama se había secado, se vivieron penurias. Pero el Athletic no renunció a su genética. Se dijo que el Athletic era reo del 'kick and rush' británico, que no sería capaz de incorporar buen gusto a su garra. Pero Marcelo Bielsa, tachado de gran mentira por los falsos profetas, ha sublimado la excelente herencia que germinó Joaquín Caparrós. Y su apuesta, valiente y arriesgada, ha destrozado los prejuicios. Sin extranjeros, con cantera y con fútbol, ha enterrado una larga fila de reproches. Está en la final de Copa, en cuartos de Europa League y aspira a plaza Champions. Pero por encima de sus resultados está el orgullo de haber sido y la satisfacción de volver a ser. Jugando bien a fútbol. Sí, se puede. Bielsa, carajo.
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